No se trata de justificar lo
injustificable; tampoco busco con mi opinión abrazar al perdedor caritativa y
lastimosamente; ni posicionarme al lado opuesto de la línea de opinión
mayoritaria por el mero hecho de ser “diferente”. Realmente puede parecer
ridículo este artículo. Qué ostias, seguramente lo sea. ¿Acaso alguien puede
rescatar un argumento lógico de la decisión de aupar a tu portero al área rival
para tratar de empatar una eliminatoria a la que le restan todavía 90 minutos?
Ni el propio Cholo. Yo tampoco le
encuentro demasiado sentido; pero me gustó.
La jugada salió desastrosa, un esperpento
mayúsculo para poner un broche circense a un partido gris –casi negro- del
Atleti. Cierto es que los rojiblancos han situado su listón demasiado alto esta
temporada, una vara de medir que se antoja inalcanzable en partidos de menos calor
–gradas a medio llenar- como el de ayer. Pero el tío de negro que vocea desde
la banda es el mismo de siempre; cuando hace frío él calienta el ambiente; cuando
hay calor, se retroalimenta hasta alcanzar temperaturas de bullición
insospechadas. Ayer era día de hielo y espesura, clima y ambiente totalmente
adverso a los intereses rojiblancos; y el de la banda, el hombre de fuego,
lanzó un órdago final con Asenjo como símbolo: todo o nada. El portero,
desesperado en una carrera de vuelta final hacía ningún lugar, representó el
fiasco del Atlético en una noche europea para olvidar. A mí, el Cholo, me ganó para la causa. Del mismo modo que se
ganó a su parroquia desde que llegó para cambiar una tendencia perdedora de
años atrás en un equipo de presente y futuro. Ganador.
Por eso le aplaudo hoy, porque
pero prefiero hacerlo en las decisiones equivocadas. Como la de ayer, de riesgo
desmedido, pero también de valentía conmovedora. Ese tipo de arrebatos
ganadores son el combustible que
alimentan al cholismo, y sería cínico
darle la espalda en el yerro después de la temporada tan bestial que está ejecutando
el Atleti.
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