Han pasado ya más de ocho meses
de aquella imponente exhibición de Falcao sobre el césped del Estadio Nacional
de Bucarest. Una escena, la del Tigre
bailando con temblorosos leones y
sacudiendo la red de Iraizoz, parecía repetirse perpetuamente en la mente de
todo aficionado al Athletic, incapaces de sacudirse aquella pesadilla desde
entonces. Apenas hubo alegrías después. Otra final, otro fracaso ante el
crepuscular Barcelona de Guardiola, y el comienzo evidente de un proceso de
autodestrucción.
Falcao, auténtica pesadilla de los leones de Bielsa |
Marcelo Bielsa, desde su llegada
al Botxo, había guiado al Athletic en un viaje cargado de valores,
sentimentalismo, y buenas intenciones; alimentado de partidos memorables como
el liguero de San Mamés frente al Barcelona, o la eliminatoria contra al
Manchester United, con más de 8.000 seguidores vascos botando en las gradas del
Teatro de los Sueños. Episodios
maravillosos de una temporada mágica. Un sueño en sí misma, de trágico final.
Antes de las vacaciones
veraniegas, con el vivo escozor de la segunda final errada, Bielsa convocaba a
los suyos en Lezama. La charla del vestuario, aireada de forma lamentable meses
después, es durísima y ejemplar. El rosarino, herido en su locura y dolido por
el sangrante final de temporada, declara a los suyos estar “avergonzado”, e insta a sus jugadores a sentir el mismo rubor por “no estar a la altura de la ilusión generada”,
por “haber decepcionado a un pueblo”.
La charla sobrecoge, y sólo se entiende desde la magnitud, grandeza y complejidad del personaje.
Es fácil, dadas las
circunstancias, imaginar a un Bielsa preocupado en temporada estival,
masticando todavía el fracaso, ansioso por redimirse y volver al trabajo. Y
pronto se escuchan noticias suyas, en sus prisas arrasa con los obreros que
trabajan en Lezama. Y se siguen agrietando las relaciones, el dulce sueño del
pasado ha tornado de forma definitiva en pesadilla. Más aún cuando se conoce el
deseo de Javi Martínez y Fernando Llorente por hacer las maletas… Pocos veranos
más tormentosos se recuerdan en Bilbao.
Marcelo Bielsa, tan genial como complejo |
Por si fuera poco, el refugio
meramente futbolístico desalimentaba aún más las razones de los creyentes más
arraigados. El Athletic mostraba una fragilidad e irregularidad preocupantes.
Derrotas dolorosas, como el 4-0 en el Calderón (hattrick, por si fuera poco, de Falcao) o la del derbi vasco en
Anoeta por 2-0, por no hablar de la insulsa decepción europea. Y lo peor de
todo es que los resultados no eran sino un fiel reflejo de un juego mucho más
pobre y endeble que el del pasado. Los hercúleos leones habían deparado en
jugadores de zancada plomiza y fatiga prematura. Motor y depósito,
innegociables en un equipo de Bielsa (“yo
siempre les digo a los muchachos que el fútbol para nosotros es movimiento,
desplazamiento. Que hay que estar siempre corriendo. A cualquier jugador, y en
cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo”).
Así continúo avanzando la
temporada; en un ambiente enrarecido, como cada vez que Fernando Llorente sale
a jugar entre pitos y abucheos; y con una frialdad habitual en San Mamés que
sobrecoge teniendo en cuenta la temperatura alcanzada el pasado año. Sin pena
ni gloría. Buscando algo en lo que creer. Y ese algo puede que llegara el
pasado domingo frente al Atlético, sí, otra vez.
El 3-0 es sintomático, pero las
sensaciones aún más. San Mamés honró a un equipo entregado, obcecado en escapar
de esa pesadilla que les horroriza desde el pasado mes de mayo. Los leones
recuperaron las señas de identidad de la pasada temporada y soltaron un partido
memorable ante un rival terrible. Un cuerpo a cuerpo brutal, intenso y
caliente; propio de quién se tiene ganas. El Athletic clamó venganza, y
consiguió el sentido premio del aplauso de su afición. La misma con la que el Loco todavía se cree endeudado. Inflexible,
Bielsa exprimirá a sus jugadores hasta que devuelvan a San Mamés el dulce sueño
quebrado, entonces se olvidará de esta pesadilla, y podrá gritar “¡¡Athletic, CARAJO!!”.
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